Por Fernando Posada
La vida normal –es decir, la vida que vivimos antes de la pandemia– cada vez recupera más el terreno que había perdido en el último año y medio. Aquellas restricciones y cierres absolutos que hicieron parte del paisaje pandémico parecen quedarse más en el pasado, mientras poco a poco regresamos de nuevas maneras a las actividades que más disfrutamos. La imagen de la Bogotá desolada cada vez hace más parte del pasado, mientras que la confianza vuelve a conquistar muchos espacios perdidos.
A la vida cotidiana bogotana han vuelto decenas de actividades que se habían suspendido al inicio de la crisis del Covid-19. Quizás el primero de muchos regresos fue el de los restaurantes, en medio de estrictas medidas de distanciamiento que con los meses se han ido desmontando. En meses más recientes han regresado actividades que en otro momento representaron inmensos riesgos de contagio, como las aglomeraciones en discotecas y los bares. Hoy en Bogotá la rumba es poco distinta a la que se vivía en diciembre de 2019, a escasos días del inicio de la crisis que puso en jaque al mundo.
Es lógico que el regreso a una antigua normalidad, desde nuevas reglas y prácticas más bioseguras, avance en estos meses, luego de una amplia cobertura en el acceso a la vacunación y una significativa reducción en los casos de contagios. A esto se suma una pérdida de algunos miedos iniciales frente al virus –recordemos los tiempos en que las llantas de los vehículos eran desinfectadas a la entrada de los centros comerciales– y un enfoque cada vez más concentrado en las maneras en que el virus ha demostrado reproducirse.
Pero la apertura ha sido ampliamente desigual para algunos sectores y ha desamparado a algunas de las más significativas actividades que hacen parte fundamental de la vida cotidiana en Bogotá. Una de las más afectadas hoy por hoy, y que más requiere de soluciones, es la vida cultural. Porque si bien el acceso a teatros y museos ha sido permitido desde hace meses, son aun muy pocos los conciertos que una ciudad como Bogotá ofrece, en comparación con años anteriores. Como resultado, los gremios de los músicos, compositores, intérpretes, productores y empresarios musicales siguen sufriendo profundas consecuencias de la pandemia.
Bogotá necesita regresar de manera contundente a los conciertos ahora que los bajos casos de contagio y el aumento en la cobertura de la vacunación lo permiten. Y para eso, según lo han señalado varios empresarios musicales y periodistas culturales, es necesario volver a permitir aforos que hagan sostenibles los conciertos y recitales. ¿Cuál es el sentido de seguir imponiendo aforos inferiores al 75% de los teatros en eventos que cuentan con inmensos controles, mientras que las discotecas y restaurantes funcionan casi al 100% de su antiguo aforo sin casi ningún control?
El ejemplo que muchas ciudades y países del mundo han ofrecido en materia de reapertura cultural es claro y debe ser imitado en Bogotá. Regresar a los espectáculos artísticos y musicales desde la igualdad de condiciones es una urgencia para la ciudadanía capitalina. Para lograrlo, un primer e imprescindible paso debe ser tomado con contundencia en la ciudad: la obligación de presentar un carnet de vacunación al ingresar a los teatros, lo cual permitiría un mayor número de asistentes y una garantía de seguridad para todas las audiencias.