Y Bogotá, ahí

Por Juliana Bustamante Reyes

Fueron muchas las familias de Bogotá las que buscaron a toda costa salir de la ciudad para vivir la cuarentena por la pandemia lejos de acá. Muchos despreciaron los espacios reducidos, el encierro entre cemento y el estar confinados en una ciudad donde todo lo que podía ofrecer estaba cerrado indefinidamente. Las personas que nos quedamos acá vivimos, en efecto, los rigores del encierro en espacios pequeños, la sensación de tener la casa por cárcel. Pero en retrospectiva, haber vivido Bogotá en la pandemia también nos mostró otra faceta de la ciudad. Las salidas ocasionales que las medidas de aislamiento permitían, así fuera gracias a la mascota de la casa, dejaron ver una ciudad en silencio, en modo de descanso, de reposo, de pausa que nunca se pensó posible con el ritmo frenético que siempre la caracterizó.

El aire de Bogotá se volvió menos pesado, haber apagado los carros, los buses, las fábricas, en fin, todo eso que produce ruido y contaminación, nos mostró la ciudad que está detrás de tantas cosas cotidianas, extraordinarias y también aterradoras que han ocurrido acá. En este espacio trabaja más del 20% de la población del país; acá se dio el Bogotazo, la toma del Palacio de Justicia, muchos atentados narcoterroristas; también se dieron las movilizaciones por el cambio constitucional en 1991, la firma final del acuerdo de paz, vivimos muchos años la fiesta del Festival Iberoamericano de Teatro. Existen y siguen en pie lugares emblemáticos que hablan de la ciudad que fuimos, somos y seguiremos siendo: la cafetería La Florida, o La Puerta Falsa, el Museo del Oro, Monserrate, Usaquén, los parques por toda la ciudad, las bibliotecas públicas, el eje ambiental y el eje de la memoria, los barrios clásicos como Teusaquillo o la Macarena, tantos lugares y emblemas que todos en Colombia sentimos nuestros. 

Bogotá durante la pandemia solo mantuvo en suspenso esa palestra donde todo pasa, lo político, lo cultural, lo social, lo transformador. Nos permitió a los que nos quedamos, saber lo que era tener una linda ciudad sin mucha gente, en la que atravesarla ya no era una experiencia de horas y en donde el cielo se veía más azul, los parques más verdes y sus pájaros más sonoros. Los que resistimos la pandemia en Bogotá pudimos apoyar con los domicilios y las compras a pequeños mercados, las empresas que se han hecho en esta ciudad y que han creído siempre en ella. Extrañamos sin duda esa oferta cultural fantástica que siempre nos ha ofrecido; esos espacios intelectuales, gastronómicos, musicales, literarios, comerciales; todo eso que en Bogotá sucede y de qué manera. Pero fuimos testigos de una ciudad que pudo fortalecerse en la dificultad y la que, incluso en los peores momentos de la pandemia, nunca se desbordó.

Hoy por hoy, viendo a Bogotá renacer, los teatros y cines abrirse, los restaurantes llenos, los parques visitados, los colegios y universidades otra vez en modo presencial, el comercio reactivándose, podemos decir que Bogotá resistió con dignidad una época inédita. Y con ella resurgiendo en una realidad demoledora de desigualdad, injusticias y violencias, seguimos teniendo esperanza en que siga siendo la ciudad más abierta de mente y corazón de este país, que recibe a quien la quiere y a quien no, al de aquí y al de allá.  

@julibustamanter