Dos años después de su elección como alcaldesa mayor de Bogotá, Claudia López habla con El Papel Periódico de los desafíos que ha enfrentado en su mandato, de los errores que ha cometido y de la transformación de la capital.
Hace dos años, al ganar las elecciones locales, Claudia López se convirtió en alcaldesa mayor de Bogotá. Usted fue la primera mujer elegida popularmente para este cargo, la primera lesbiana… Mirando hacia atrás, ¿cómo ve hoy aquel 27 de octubre?
Pues con la misma ilusión que tenía ese día, con la misma ilusión de ser un agente de cambio, de cambio constructivo, de poder inspirar lo mejor. Y la única manera de hacerlo es inspirándose e inspirando a otros a dar lo mejor, a tener esperanza, a creer que somos capaces de salir de los líos de siempre, de construir nuevos futuros, de abrir nuevos caminos, de aprovechar nuestro potencial… Ese día dije: ¡al fin ganamos! Esa fue mi primera frase, porque lo que ha pasado con gente como yo, con las mujeres, los hijos de familias hechas a pulso que han pasado toda la vida luchando, es que le damos con toda pero no siempre ganamos… Entonces yo lo veo así, con la misma ilusión, con la misma emoción de construir un cambio colectivo y constructivo; eso a mí me motiva a meterme en estas batallas tan duras de la política.
¿Llegó a imaginarse que la alcaldía de Bogotá era el berenjenal que es?
Yo sabía que no era fácil. Esta alcaldía, lejos de ser un trampolín, es un quemadero, es muy difícil. Esta es una ciudad muy grande, muy compleja, con muchos problemas estructurales atascados, cosas pendientes que el mundo ya ha resuelto, como tener metro, un sistema multimodal de transporte, un buen sistema de educación pública desde la cuna a lo largo de la vida… Y esta es una ciudad rebelde por definición; es una ciudad diversa, contestataria, maravillosa; con una ciudadanía extraordinaria. Ser parte de esa diversidad es maravilloso, pero gobernar esa diversidad es muy difícil, muy complicado, porque uno tiene que responder a múltiples intereses muy complejos y muy firmes. Nunca pensé que fuera fácil, yo fui alcaldesa local de Santa Fe y fue «un berenjenal», pues es una localidad de medio millón de personas por la que pasan dos millones de personas. Entonces nunca pensé que fuera fácil. Y además nos han tocado muchas dificultades. ¡Todas al tiempo!
Es una cosa tras otra. Primero, la pandemia y enfrentar el riesgo de muerte masiva; luego, el riesgo de quiebra masiva; después, el riesgo de movilización masiva; luego, el riesgo de pobreza masiva. Y con hambre nadie se queda quieto, todo el mundo sale, con razón, a reclamar; la están pasando muy mal… Y ahora tenemos el riesgo del populismo masivo. Y nos queda el último riesgo, que es el de la campaña.
No terminas de resolver una cosa y ya tienes que resolver una más tensa que la anterior, entonces como que nunca sientes que pudiste tener un respiro, ¿no? No es muy difícil porque toque trabajar mucho –eso, bienvenido–, sino porque los problemas son muy complejos. Vives en tensión permanente…
¿No se ha arrepentido de haberse echado encima este compromiso tan grande?
No; ni un día ni un segundo…
En ningún momento ha pensado: ¿para qué carajos me metí en esto?
No. Lo más doloroso que me ha pasado en la vida ha sido tener que llamar a un padre de familia a decirle que murió su hijo. Qué importan el azote, las portadas, la mezquindad política, las jugadas de los medios. Nada de eso importa, todo eso es trivial. Pero llamar a un padre de familia y decirle que se le murió su hijo que salió a la calle, que qué pena, que ahora no tiene un ojo, que lo mató la policía… Llamar a una mamá a decirle que un criminal mató a su hijo policía… No hay dolor que pueda superar eso. Todo lo demás no importa.
Hablando de la mezquindad política, ¿no cree que les ha dado demasiada importancia a ciertos antagonistas de la administración?
Yo diría que me ha costado mucho, todavía no lo logro, me resulta extraño acostumbrarme a la resonancia y la trascendencia que tiene este cargo. Yo soy una persona superfranca y directa y digo lo que pienso y no tengo ese cálculo; me cuesta mucho entender las ondas que genera cualquier cosa que se diga o que se haga desde esta oficina, porque Claudia López no tiene ninguna importancia; es el despacho de la alcaldía mayor el que tiene una enorme resonancia. En el fondo, lo que me cuesta es ser consciente y medir… Claudia puede ser desabrochada, franca, directa y polémica, pero la alcaldesa no; la alcaldesa tiene que pensar qué mensaje quiere poner, con quién quiere llegar a una polémica, con quién quiere interlocutar o no. Y esa no es Claudia. A mí eso me cuesta; aún me cuesta mucho trabajo.
Un político por definición tiene un ego grande y fuerte. ¿Cuál ha sido la la trampa más grande que le ha puesto su ego en este cargo tan importante?
Yo creo que para sacar adelante cualquier causa de cambio en la vida, uno siempre va a ser un agente de ruptura y para eso es fundamental tener autoestima, visión y compasión, pero el peor enemigo es el ego… Y yo creo que lo más importante es no dejarse tentar por algo que te desvíe de lo que es tu misión. Mi misión es cuidar a ocho millones de personas, para eso la gente me puso aquí, y es la misión para la que yo siento que estoy aquí. Y yo creo que esa es la trampa del ego que hay que chequear todos los días: no te desvíes de tu misión.
Usted habla de la compasión y hace un rato también hablaba de Dios, ¿qué tan religiosa es Claudia López?
Yo soy creyente, muy creyente, y debo decir que en esta época de tanta adversidad, más. Eso no quiere decir que vaya a la iglesia cotidianamente,. Yo tengo mi propia espiritualidad, digamos, con la que yo me siento tranquila… Crecí en una familia católica y Dios y la Virgen Santísima siempre van a ser una referencia en mi vida, pero mi espiritualidad es más que eso, más que una cosa de la fe católica. Mi espiritualidad es buscar serenidad, sentir compasión. No caer en la trampa del ego es sentir compasión, es sentir temor, es sentir empatía. Como aquí uno vive en un azore y todo el tiempo está tratando de no ahogarse en un tsunami nuevo que surgió, hay que sacar tiempo para la serenidad. Todo tiene un momento en la vida. Toca tener el tiempo para parar, meditar, hacer chi kung, caminar por la montaña… Mientras más dificultades he tenido, más he apelado a tener un refugio en la espiritualidad, en la serenidad, en la compasión, en sentir por el otro, aun por el peor contradictor, para poder decir: bueno, no es un desgraciado, es un man que también la estará pasando difícil y ya le pasará su momento…
A propósito de la fe, ¿qué va a hacer para que los bogotanos recuperen la fe en Claudia López?
Ante todo, hay que tener claro que lo último en nivel de importancia es cuánta fe me tenga la gente, qué nivel de cariño o popularidad me den. La razón por la que yo estaba en el 85% era porque la gente tenía la fe de que nos íbamos a salvar entre todos, y que si nos cuidábamos juntos, seguíamos unas instrucciones, nos quedábamos en casa y usábamos el tapabocas nos íbamos a salvar de la muerte masiva, ¿sí? No fue que de repente yo les parecí la virgen santísima; no. Es que teníamos un propósito común: cuidarnos y salvarnos y sólo hablábamos de eso y sólo estábamos enfocados en eso y ya.
Ahora estamos en las consecuencias difíciles de todo eso y entonces, ¿qué estamos haciendo? Estamos tratando de lograr que la gente recupere lo que perdió, que recupere el empleo, recupere el ingreso, que se recupere de la pobreza. Esas dos cosas, además de mejorar en acciones concretas que dependen de mí, de la policía, de la justicia, nos van a permitir recuperarnos de la ola de inseguridad que tenemos, y en la medida en que recuperemos el empleo, el ingreso y la seguridad que perdimos, vamos a recuperar el optimismo.
Yo trabajo aquí todos los días para recuperar empleos. Ya hemos recuperado el 93% del empleo que perdimos por la pandemia. ¡Eso es lo que importa! El año entrante vamos a recuperar niveles de ingreso; vamos a bajar puntos de pobreza; el homicidio, que venía disparado hasta junio, poquito a poco ha empezado otra vez a bajar; el hurto, que estaba disparado hasta julio, ha empezado también a disminuir. Entonces, lo que hay que recuperar es el empleo, el ingreso y la seguridad, en eso es en lo que yo trabajo todos los días.
El año pasado fue el año del miedo; este año, el del dolor y de la pérdida, y el año entrante va a ser el año de la recuperación, de volver a sentir bienestar. Y el último año será el año de cosechar el bienestar que estamos sembrando. Claro: yo he cometido errores y equivocaciones y genero polémicas, pero uno aquí también aprende, enmienda… Y en la medida en que yo cometa menos errores, la gente sienta más el bienestar que estamos sembrando y pase la campaña electoral, la vida va a ser otra.
¿Cuál es el peor error que ha cometido en estos casi dos años en el Palacio Liévano?
Varios, pero creo que sin duda el peor fueron mis declaraciones sobre el tema de los migrantes y los venezolanos en relación con la seguridad, porque además es no aprender la lección, pues no importa lo que diga antes o lo que diga después, el titular va a ser «venezolanos». Y a pesar de tratar de explicarlo mejor, vuelve y pasa lo mismo otra vez. No se entiende la explicación. Y aun si la entienden, a muchos les parece que no he debido decirlo… Eso ha sido un desastre por donde lo mires. Yo creo que ese ha sido el peor error.
¿Y cómo está su relación hoy con los venezolanos que viven en Bogotá?
Mi relación con ellos siempre ha sido buena. Yo me los encuentro en la calle y no tengo problemas con ninguno; pero me duele, porque la prueba reina del error es que un venezolano se me acerque y me diga: alcaldesa, gracias por todo, pero, de verdad, nosotros somos buenos, no somos gente mala, vinimos a hacer el bien… Y la verdad es que la inmensa mayoría de los venezolanos que me encuentro son gente que la está pasando muy mal, están llevados, están en un pagadiario, no encuentran empleo, tienen el dolor de que parte de su familia está aquí pero otros están todavía allá, no saben si quedarse o regresar, otros quisieran devolverse pero no pueden… Al final, es lo mismo que está diciendo el resto de la ciudad, que es: «¡Ayúdeme, ayúdeme!»
Hablando de ayudar, ¿qué tanta ayuda está recibiendo Bogotá del gobierno nacional? ¿Cómo está funcionando ahora esa relación?
Ha mejorado mucho, porque yo creo que los dos –el presidente y yo– hemos entendido que ambos estamos en este tsunami y tenemos la responsabilidad de que este barco no se hunda y sabemos que si cada uno tira para un lado distinto el barco se hunde. Al final los dos hemos entendido que, teniendo diferencias, los dos nos reconocemos y nos respetamos, y no tenemos que estar de acuerdo en todo; pero podemos tramitar esas coincidencias y diferencias sin generar polémica ni división en un momento en el que la gente necesita instrucciones claras de unidad.
Además, sin Bogotá Colombia no arranca. Entonces tenemos que tener más unidad de criterio sobre cómo reactivamos a Bogotá, porque sin Bogotá Colombia no se reactiva. Esta ciudad produce el 55% de los ingresos del gobierno nacional y el 25% del PIB de Colombia. Por eso tiene que funcionar.
Usted dijo en campaña que iba a ser la jefa de la policía de Bogotá pero se sabía que eso no era posible. Y ahora, al ver en las noticias que asaltaron a uno, que le robaron el celular al otro o que mataron a alguien en un atraco, ¿qué se está haciendo para recuperar la seguridad y para que la gente recupere otra vez la confianza en la calle?
Lo primero es reconocer que sí hay un problema de fondo y no de percepción. Además, aumentó el hurto violento; no solo te atracan sino que eventualmente te pueden matar por llevarse el celular o la bicicleta. Eso es una calamidad. Estamos en un año en el que la gente tuvo menos empleo o perdió el trabajo, tienen menos ingresos.
Entonces nosotros hemos planteado una estrategia de seguridad que tiene cinco partes muy concretas y así hemos venido avanzando. La mejor estrategia de seguridad es, primero, recuperar el empleo; segundo, bajar la pobreza; tercero, tenemos que trabajar de la mano de la ciudadanía, como en la pandemia, tenemos que unimos todos alrededor de un propósito. Cuarto, reforzar la policía. Tenemos muy poquita policía, y si no alcanza la policía, entonces necesito que me den ejército, pero yo necesito institucionalidad que patrulle las calles literalmente y ayude a disuadir actos criminales…
Y, por último, se necesita que reforcemos la justicia, pues sin justicia es imposible mejorar la seguridad de verdad.
Y, ya pensando en una visión de ciudad, en una visión de futuro, ¿qué es lo más importante del POT que se está discutiendo en este momento?
Son tres cosas muy importantes: pagar la deuda social, pagar la deuda ambiental y devolverles bienestar a los bogotanos. Y decir bienestar es hablar de tener educación, empleo, descanso, cultura a 30 minutos –en promedio– de donde tú estés, no a dos horas… Para eso es el POT.
Hay gente que se queja, incluso algunos protestan, porque les van a cambiar las localidades…
Yo simplemente estoy cumpliendo una orden. El Congreso de la República modificó el estatuto orgánico de Bogotá –que es como la constitución de la ciudad– y nos dió tres órdenes, cuatro en realidad: Bogotá debe tener localidades más pequeñas, más homogéneas, con funciones más precisas y con un poquito más de plata para cumplirlas.
Esa es la orden que nos dió el estatuto orgánico de Bogotá y como tiene implicaciones grandes, entonces se va a cumplir en ocho años. En los primeros cuatro años, el que esté en la alcaldía (esta administración), va a definir en el POT cuáles van a hacer las nuevas localidades más pequeñas, más homogéneas y más próximas, sólo para efectos de planeación… Y la próxima alcaldía y el siguiente concejo deberán definir cómo es el funcionamiento político y administrativo de esas localidades y sus efectos.
Así que yo estoy suguiendo esa instrucción. Bogotá tiene localidades de menos de 50.000 personas y localidades de más de un millón y medio de personas, y eso no es muy homogéneo, ¿no? Así que, tratando de que cada localidad quede con un promedio de 380.000 habitantes –que es lo que tiene un municipio mediano de Colombia–, nos dio 33 localidades; en un proceso de participación ciudadana muy amplio.
¿Y va a haber también unas localidades estrictamente rurales?
Totalmente rurales serán tres. Sumapaz, que va a seguir siendo rural. Por otra parte, tomamos un sector de Ciudad Bolívar y otro sector de Usme, que comparten la cuenca del río Tunjuelo, y creamos una localidad rural que se llama Cuenca del Tunjuelo. Y en los cerros orientales –donde hay campesinos desde Usme hasta Usaquén– se va a conformar una localidad rural que se llama Cerros Orientales. De modo que Bogotá pasa de tener una a tener tres localidades rurales, pues la gente nos dijo: así nos va mejor, nos paran más bolas, se especializan en nuestros temas, en nuestros procesos de participación, en nuestras costumbres, etcétera…
A propósito de transformaciones. ¿el año entrante la ciudad va a estar impactada con mucha obra?
Necesitamos empleo y queremos cinco líneas de metro, entonces no es sólo el año entrante; vamos a estar en obra diez años…
¿Y cuándo se empieza a ver eso?
El año entrante empiezan los trabajos… Desde el 2022 arrancan unas obras grandes, en el 2023 va a haber más obras, otras más en el 2024 y así sucesivamente… Es decir, vamos a estar arrancando frentes de obra del 2022 al 2026 a full y algunas se van a ir terminando a partir del 2026.
Eso quiere decir que vamos a tener frentes de trabajo por todas partes, así que toca tener paciencia. Si me preguntan cuál es el plan de movilidad, yo a todo el mundo le digo: internet bicicleta y Transmilenio. De verdad, ese es el mejor plan de movilidad; esas tres cosas nos van a permitir reducir el número de viajes que hacemos. Unos días trabajaremos desde casa y si vamos a movernos en largas distancias, bienvenidos a usar y a cuidar Transmilenio porque es lo único que vamos a tener mientras construimos las líneas del metro… Tenemos que prepararnos para adaptar nuestra vida a eso, porque vamos a durar diez años en obra…
Sólo por encimita: empieza la obra del corredor verde de la carrera séptima, empieza la obra de la ALO sur, la obra de ampliación de la Autopista Norte, la ampliación de la carrera séptima (de hecho ya empezó este año), sigue la obra del deprimido de la calle 72, avanza la obra de la calle 63, termina la obra de los Guayacanes. Los próximos cuatro años vamos a estar construyendo la Avenida 68 y la avenida Ciudad de Cali, avanza la obra de la primera línea del metro…
En fin, en el 2030 esta ciudad va a ser otra.
¿Cómo se ha sentido con los medios? ¿La tratan bien, son complacientes, son exigentes, son injustos, son arrogantes?
Yo diría que los medios son los medios, hacen su trabajo, son periodistas; además, yo los quiero mucho, he estado ahí, sé qué es hacer esa tarea. Casi todos los medios hacen su trabajo; hacen periodismo…
Si hoy Claudia López fuera una joven que llega a Bogotá y le dan plata para que ponga el negocio que quiera y empiece a trabajar, ¿qué negocio pondría?
Pondría una incubadora de blockchain o una incubadora de negocios digitales.
Para terminar, hace 30 años estrenamos constitución, proceso en el cual usted estuvo muy activa. ¿Qué le diría aquella Claudia de 1991 a la Claudia alcaldesa del 2021?
¡Luche! Luche por el cambio.
Es lo mismo que le hubiera dicho hace 30 años al alcalde. Tenemos que ser capaces de sacar la corrupción, la violencia y el populismo de la política, para que haya un cambio colectivo, constructivo.